La brecha entre los muchos que ganan poco y los pocos que ganan mucho es muy amplia y ha venido creciendo en muchas naciones. En nuestro país, desde hace décadas se han implementado distintas medidas, pero hoy por hoy los resultados todavía no son positivos. Quizá porque no se han tomado medidas integrales.

Buscar la inclusión

Parte de esas acciones gubernamentales para cerrar la brecha es apoyar con ayudas y becas en efectivo. Sin embargo, en general, las mediciones del efecto de esas ayudas apuntan a que, en el mejor de los casos, esas tácticas funcionan para que en ciertas regiones el número de personas en pobreza no crezca.

En contraste, en las zonas del país donde además se fomenta el crecimiento económico ya sea porque los gobiernos locales tienen un papel activo o porque ya contaban con una infraestructura más sólida, sí se ha notado una mejora en el PIB; por tanto, hay más posibilidades de desarrollo y combate a la pobreza. Lo que deja ver que hace falta más que sólo transferir dinero.

A su vez, el Foro Económico Mundial situó a México en el lugar 51 de 103 países señalando que las fallas principales están en la inclusión de las mujeres y en la incapacidad de ofrecer nuevas oportunidades laborales.

Por tanto, se requieren encontrar estrategias que incidan desde varios ángulos para tener resultados positivos. No se puede simplificar ni el problema ni la solución.

¿Cuál es el camino?

Entre las diversas opciones, destaca la denominada economía incluyente. Ésta parte de entender que todos los miembros de una sociedad necesitan acceso a las oportunidades económicas y todos pueden aportar al crecimiento de esas mismas oportunidades. Es decir, busca generación de riqueza con inclusión económica, y que la misma generación de riqueza permita ampliar la inclusión económica.

Se busca maximizar las posibilidades de empleo de calidad, el fomento del ahorro, aumento en la productividad e incidir en mejorar el nivel de ingreso de un mayor número de personas.

La economía incluyente plantea las siguientes líneas de acción:

-Ampliar la calidad y cobertura de la educación

-Atender el desempeño fiscal y las transferencias de recursos a grupos vulnerables específicos

-Favorecer un ambiente empresarial y de emprendimiento

-Extender los servicios básicos y crear infraestructura

-Buscar la inclusión financiera

-Promover y vivir la ética política y empresarial

-Asegurar la certeza jurídica, especialmente en cuanto a la propiedad inmobiliaria como la intelectual.

-Disminuir la brecha de género.

Es necesario que el combate a la brecha de género se aborde como una cuestión transversal en todas esas medidas. Ya que como recientemente destacó el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) si las mujeres participaran al mismo nivel que los hombres en el mercado laboral y se achicara la disparidad salarial, el PIB podría crecer hasta en 22%.

Es un trabajo conjunto

No se niega que el gobierno tiene una responsabilidad muy grande, un liderazgo insustituible y una capacidad de incidir enorme, sin embargo, no debería ser el único actor en ese proceso. No sólo porque no podría llegar a todos los sectores y todos los excluidos por sí mismo, sino porque las naciones que no trabajan en armonía y con un mismo objetivo incluyente, tienen a tener peores resultados, como la historia ha demostrado.

En otras palabras, las empresas también tienen una responsabilidad social y pueden contribuir a este cambio de muchas maneras. Y la sociedad en su conjunto asimismo tiene la responsabilidad de favorecer y aplaudir los esfuerzos positivos en ese sentido, y señalar para corregir las políticas que se desvíen el objetivo. La economía incluyente busca precisamente que todos vayan juntos por el mismo camino para que todos reciban mayores beneficios.